El sacerdote que quemó su vida por la salvación de las almas. Santo Cura de Ars
Publicado el 4 de agosto de 2025
Por Holycrvx Team
Hoy, 4 de agosto, conmemoramos la fiesta litúrgica de San Juan María Vianney, más conocido como el Santo Cura de Ars. Nacido en 1786 en Dardilly, cerca de Lyon (Francia), en medio del caos espiritual provocado por la Revolución Francesa, Vianney sería llamado por Dios a ser un antídoto viviente contra los males de su tiempo: la indiferencia religiosa, el desprecio a la Eucaristía, la burla del clero y la desfiguración de la fe.
Era un hombre sin grandes dotes intelectuales ni oratorias elocuentes. De hecho, apenas logró ser ordenado sacerdote luego de muchas dificultades académicas. Pero lo que el mundo desprecia, Dios lo exalta. Porque si algo poseía Vianney en grado heroico era el fervor, la mortificación, el amor radical a la verdad, y un corazón sacerdotal que ardía por las almas.
Ars: un pueblo olvidado… hasta que llegó un santo
Cuando fue enviado a la parroquia de Ars en 1818, nadie imaginaba que ese lugar perdido en el mapa se transformaría, en pocos años, en un centro de peregrinación que recibiría hasta 20.000 almas al año. ¿Qué ocurrió?
El cura llegó, vio el abandono espiritual del pueblo —el abandono del domingo, la blasfemia habitual, los bailes desordenados, el desprecio al sacramento del perdón— y se propuso lo impensable: convertir el pueblo, uno por uno, alma por alma. No por métodos modernos, no por estrategias pastorales, sino por lo que la Iglesia siempre ha tenido: la oración, la penitencia, la predicación de la verdad sin temor y el testimonio de una vida santa.
Dormía poco, comía apenas una papa hervida al día, ayunaba, se flagelaba, rezaba horas ante el Santísimo y pasaba jornadas enteras en el confesionario. En los últimos años de su vida, confesaba de 12 a 17 horas diarias. No descansaba. No vivía para sí. Su único interés era salvar almas.
"El alma del sacerdote es el amor del Corazón de Jesús"
Así decía él mismo. Y vivía con esta conciencia: que un sacerdote no se pertenece. Que está consagrado no para buscar su bienestar ni su prestigio, sino para inmolarse —como Cristo— por sus ovejas.
San Juan María Vianney no suavizaba el Evangelio. No se amoldaba a los vientos del mundo. No tenía miedo de hablar del infierno, de advertir sobre los pecados mortales, de exhortar con lágrimas en los ojos al arrepentimiento. Lloraba al predicar. Lloraba al ver almas alejadas de Dios. Lloraba de amor por la Eucaristía.
Y sin embargo, todo eso lo hacía con una ternura que atraía. Era severo con el pecado, pero dulcísimo con el pecador. A los más alejados, los esperaba en oración. A los desesperanzados, les devolvía la paz. A los tibios, les encendía el alma.
El demonio lo llamaba "el que me hace perder más almas"
Su lucha no era simbólica. Fue literal. El demonio lo atormentaba por las noches. Le incendiaba la cama, lo sacudía, lo maldecía, incluso lo llamaba “el picudo”. ¿Por qué tanto odio? Porque San Juan María Vianney arrancaba miles de almas de las garras del infierno.
Él mismo decía:
“Si supiéramos lo que es el sacerdocio, moriríamos, no de miedo, sino de amor”.
Y también:
“Dios nos da todo lo que le pedimos en la Misa, y mucho más todavía”.
Su alma era eucarística. Su sacerdocio, oblativo. Su caridad, abrasadora. Vivió como un pobre, murió como un justo, y su cuerpo —incorrupto— permanece hoy en Ars, como testimonio de que la santidad no es un ideal lejano, sino una realidad que Dios puede obrar en quien se deja consumir por Él.
Lecciones para la Iglesia de hoy
En tiempos de confusión, tibieza, clero mundanizado, liturgia banalizada, doctrinas diluidas y pastores que temen predicar la verdad, San Juan María Vianney es una bofetada al conformismo clerical y a la apostasía silenciosa.
Él nos recuerda que la misión de la Iglesia no es agradar al mundo, sino salvar almas. Que el sacerdote no es un animador social, sino un alter Christus. Que el confesionario no es una formalidad, sino un campo de batalla donde se rescatan eternidades.
Hoy más que nunca, necesitamos santos. No estrategas. No influencers. Santos.
Santos que vuelvan a usar la sotana con orgullo.
Santos que vuelvan al altar con reverencia.
Santos que vuelvan a predicar con verdad y sin ambigüedad.
Santos que vuelvan a arder por Cristo y por su rebaño.
Oración final
Santo Cura de Ars, patrono de los párrocos, ruega por nuestros sacerdotes.
Ruega por los que han perdido el celo.
Ruega por los que dudan.
Ruega por los que viven tibios.
Ruega por nosotros, para que nunca nos acostumbremos al pecado ni a la mediocridad.
✠ Sancte Ioannes Maria Vianney, ora pro nobis.
✠ Ave Christus Rex.